La losa, con alma de sufrir, y otra pequeña piedra labrada, recogida en el pavimento de la entrada, se convierten para mí en piedras homenaje: a los albañiles, maestros de obra, canteros, a la voluntad de construir sus sueños. Es una piedra de homenaje al sacrificio humano producido por los sueños ajenos y grandilocuentes de quienes ansian edificar obras desmesuradas, pero, en definitiva, vacías de espíritu.